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Thursday, May 31, 2007

22 de mayo-Día de la biodiversidad
Por José Santamarta Flórez
Director de World Watch
Existen dos planteamientos para conservar la biodiversidad: proteger las especies y las
poblaciones individuales o proteger los hábitats en los que viven. Lo esencial es la
conservación de ecosistemas enteros, asegurando su funcionalidad.
La pérdida de la diversidad genética, de especies y de ecosistemas es uno de los mayores
peligros para el futuro de la humanidad, agravada por el cambio climático. Otra de las
amenazas más insidiosas es el desarrollo de los cultivos transgénicos y el de la
nanotecnología, y que pueden tener graves consecuencias a lo largo del siglo XXI, si la
presión ciudadana no frena su desarrollo.
Cada año desaparecen miles de especies y con ellas nuevas posibilidades de culturas
agrícolas, productos industriales o medicinas para curar las enfermedades. Con la pérdida
de diversidad, aumenta la uniformidad, la dependencia de unas pocas variedades de plantas
para alimentarnos, y sobre todo crece la vulnerabilidad ante las plagas y las enfermedades.
La biodiversidad se pierde debido al deterioro y fragmentación de los hábitats, a la
introducción de especies, la explotación excesiva de plantas, animales y peces, la
contaminación, el cambio climático, la agricultura (reducción de las variedades empleadas,
plaguicidas) y repoblaciones forestales con monocultivos de rápido crecimiento.
A las consecuencias indeseables del desarrollo económico, del crecimiento demográfico, de
la desigual distribución de la renta y del consumo insostenible de recursos, hay que añadir
las causadas por las nuevas biotecnologías y el desarrollo de la ingeniería genética, el
reducido espectro de productos agrícolas, forestales y pesqueros comercializados, y las
políticas económicas que no atribuyen su debido valor a los recursos. La mayor parte del
germoplasma de las especies y variedades agrícolas y ganaderas puede llegar a desaparecer.
Las especies inventariadas alcanzan la cifra de 1.750.000, pero algunos autores señalan que
probablemente superen los 111 millones de especies, aunque la cifra media hoy se estima
en 13.620.000 especies, según la biblia de la biodiversidad, el Global Biodiversity
Assessment, informe publicado por el PNUMA. Pero lo único seguro es que nadie sabe
cuántas especies existen.
Entre las especies ya descritas hay 270.000 plantas, 4.300 mamíferos, 9.700 aves, 6.300
reptiles, 4.200 anfibios, 19.000 peces, 72.000 hongos (se cree que el número de especies
debe superar el 1,5 millones), 1.085.000 artrópodos (950.000 insectos descritos, aunque el
número de especies debe ser superior a 8 millones), 5.000 virus y otras 4.000 bacterias (una
ínfima parte de los más de 400.000 virus y 1 millón de bacterias que se cree que
existen).
Los bosques tropicales, que sólo cubren el 7% de las tierras emergidas, albergan entre el
50% y el 90% del total de las especies. El promedio de extinción era de una especie de
mamíferos cada 400 años y de una especie de aves cada 200 años, pero las extinciones
documentadas en los últimos 400 años indican que han desaparecido 58 especies de
mamíferos y 115 de aves. Estas cifras representan sólo las extinciones conocidas. Las
poblaciones afectadas pueden resistir durante algunas generaciones, pero están condenadas
a la desaparición cuando su número total cae por debajo de un punto que no puede soportar
la dureza de una sequía, una enfermedad, una depredación y otras clases de fenómenos.
Una especie debe tener una población de al menos varios miles de individuos para
sobrevivir a largo plazo.
Alrededor del 12% de las especies de mamíferos y el 11% de aves fueron clasificadas como
en peligro. El 90% de nuestra alimentación procede de 15 especies de plantas y 8 especies
de animales. El arroz, según la FAO, aporta el 26% de las calorías, el trigo el 23% y el maíz
el 7%. Las nuevas especies sustituyen a las nativas, uniformizando la agricultura y
destruyendo la diversidad genética. Sólo en Indonesia se han extinguido 1.500 variedades
de arroz en los últimos años. A medida que crece la uniformidad, aumenta la
vulnerabilidad. La pérdida de la cosecha de la patata en Irlanda en 1846, la del maíz en
Estados Unidos en 1970 o la del trigo en Rusia en 1972, son ejemplos de los peligros de la
erosión genética y muestran la necesidad de preservar variedades nativas de las plantas,
incluso para crear nuevas variedades mejoradas y resistentes a las plagas.
El trigo hoy cultivado en Canadá tiene genes procedentes de 14 países y los genes de los
pepinos de EE UU proceden de Birmania, India y Corea, genes adquiridos sin ninguna
contrapartida económica, a diferencia de las semillas mejoradas que exporta EE UU, por no
hablar de las semillas transgénicas. Las multinacionales de Estados Unidos, la Unión
Europea y Japón pretenden obtener gratis, sobre todo en los países del Tercer Mundo, los
recursos genéticos, para luego venderles a precios de usura las semillas, animales o
medicamentos obtenidos, en base a la "propiedad intelectual". La ingeniería genética
supondrá la pérdida de miles de variedades de plantas, al cultivarse sólo unas pocas con una
alta productividad, por no hablar de otros muchos peligros, agravando los efectos de la
revolución verde de las décadas pasadas.
Proteger la biodiversidad
Existen dos planteamientos para conservar la biodiversidad: proteger las especies y las
poblaciones individuales o proteger los hábitats en los que viven. Lo esencial es la
conservación de ecosistemas enteros, asegurando su funcionalidad. Los esfuerzos dirigidos
hacia las especies y las poblaciones, aunque son importantes, exigen una gran cantidad de
tiempo y esfuerzo; las medidas incluyen la protección legal de las especies individuales,
planes de gestión y una conservación ex situ, es decir, proteger las poblaciones de animales
y plantas en zoos y bancos de semillas. La conservación ex situ sirve tanto de seguro contra
la pérdida de la diversidad genética y de especies en la naturaleza como de semillero para
reintroducir o reforzar las poblaciones silvestres. Además, los bancos de semillas son una
fuente de diversidad genética para la investigación agrícola.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica se firmó en junio de 1992 en la Conferencia de
Río y entró en vigor el 29 de diciembre de 1993; aunque EE UU no lo ha ratificado ni
piensa hacerlo, como es usual. Su objetivo es cubrir el vacío existente a nivel internacional
en el campo de la biodiversidad. El Convenio prevé programas de cooperación y de
financiación para proteger la biodiversidad, y en su artículo 6 contempla la necesidad de
que "cada Parte Contratante... elaborará estrategias, planes o programas nacionales para la
conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica". Pero todo se queda en
palabrerías y en incontables y costosas reuniones que sólo sirven para que la burocracia de
la conservación haga turismo y gaste el dienro que debería destinarse a programas reales de
conservación.
La Conferencia de las Partes del Convenio se ha reunido en varias ocasiones, pero poco o
nada práctico ha salido de tales reuniones, a parte de la clásica verborrea. En 1995 en
Montreal, en Canadá, se aprobó desarrollar un protocolo de bioseguridad, que finalmente
fue aprobado el 29 de enero de 2000. Dentro del Convenio igualmente debe desarrollarse
un problemático protocolo sobre bosques, que fue uno de los temas que quedaron fuera de
la Cumbre de Río de 1992, y otro sobre los derechos de los agricultores en el
mantenimiento de los recursos genéticos.
Destrucción de hábitats
La destrucción del hábitat es la mayor amenaza actual para la biodiversidad. Un estudio de
Conservation International mostró que el 23,9% de los sistemas biogeográficos de la Tierra
han sido completamente transformados por el hombre (el 36,3% si se excluyen las
superficies heladas, de roca y los desiertos), el 24,2% parcialmente y sólo quedan bien
conservados el 51,9%, cifra que se reduce a sólo el 27% si se exceptúan las superficies
estériles.
Sólo quedan sin transformar el 51,9% de las tierras emergidas, aproximadamente 90
millones de km2. Las áreas parcialmente transformadas por las actividades humanas son 41
millones de km2 (24,2% de las tierras emergidas), y las áreas totalmente transformadas por
el hombre superan los 40 millones de km2, un 23,9% del total de las tierras emergidas. Sin
embargo, estas cifras son engañosas, al incluir extensas áreas de desiertos, rocas o hielos,
que no son habitables o tienen escasa importancia desde el punto de vista de la diversidad
biológica.
Si se excluyen las áreas desérticas, rocosas y heladas, las zonas no transformadas por el
hombre y por lo tanto con los ecosistemas y la diversidad biológica bien conservada, son
sólo el 27%, mientras que las parcialmente transformadas son el 36,7% y las totalmente
transformadas ascienden al 36,3%. Las zonas sin transformar son la taiga y la tundra en
las latitudes nórdicas, los desiertos en África, Australia y el centro de Asia, y la Amazonia.
Las zonas más transformadas, sin apenas restos de la vegetación original y con grandes
pérdidas de diversidad biológica, son Europa, el Este de EE UU, China y el Sureste
asiático. América del Sur, con el 62,5%, y Oceanía, con el 62,3%, son las dos regiones
mejor conservadas y menos transformadas, mientras que Europa es el continente que menos
hábitats ha conservado, con sólo el 15,6%. Las zonas de Oceanía bien conservadas
corresponden a los desiertos de Australia, mientras que las regiones de América del Sur
casi intactas corresponden a la Amazonia, con bosques tropicales con una extraordinaria
diversidad biológica. África es la zona con más áreas parcialmente transformadas, reflejo
de una presión demográfica todavía baja, y de una agricultura extensiva. Europa, con el
64,9%, es la región más humanizada, más del doble que el siguiente continente, Asia, con
el 29,5%.
José Santamarta Flórez es director de World Watch
www.nodo50.org/worldwatch
Día Internacional de la diversidad biológica:
BIODIVERSIDAD EN CULTIVOS DE ALIMENTOS ES PÓLIZA DE
SEGURO PARA EL FUTURO
Tres comunidades, en Argentina, Brasil y Perú, mejoran sus ingresos potenciando el cultivo de especies
silvestres en sus tierras ancestrales. De paso, preservan la biodiversidad. Las tres son finalistas del concurso
Experiencias en innovación social.
(18 de mayo, 2007) Un tercio de la superficie terrestre se utiliza para la producción de
alimentos. Estudios de la ONU estiman que la repercusión del cambio climático en la
biodiversidad agrícola “será amplia y variada” y que la producción de plantas puede verse
afectada por la propagación de plagas y enfermedades.
Desde el comienzo de la agricultura, se han cultivado cerca de 7 000 especies de plantas
para alimentos. Hoy sólo unas 15 especies de plantas y ocho especies de animales proveen
el 90% de nuestra alimentación.
Los parientes silvestres de los cultivos de alimentos básicos se consideran pólizas de seguro
para el futuro, pero muchos de ellos están en peligro de extinción. Por ejemplo, en medio
siglo habrá desaparecido una cuarta parte de las especies silvestres de la papa, según los
expertos.
“El cambio climático y la diversidad biológica”, es el lema del Día Internacional de la
diversidad biológica que se celebra el 22 de mayo. Tres finalistas del concurso
“Experiencias en innovación social” de la CEPAL y la Fundación Kellogg destacan porque
sumando los esfuerzos de comunidades, autoridades locales y ONGs, han mejorado su
calidad de vida, protegido a especies en vías de extinción y enfrentado con éxito la
globalización.
• En la provincia argentina de Jujuy, una organización autogestionada que integran más
de 140 pequeños productores descendientes de pueblos originarios de la Quebrada de
Humahuaca, se capacitan, producen y comercializan productos ancestrales andinos, como
las papas de múltiples colores. Cultivan orgánicamente alrededor de 40 variedades de
papas, otros tubérculos andinos como la oca, la papa lisa y maíces de la zona, y zanahorias,
cebollas, zapallos.(Contacto: Javier Rodríguez, Coordinador técnico del programa
Integrado de Cultivos Andinos C.A.U.Que.Va, correo electrónico:
javierrodriguez@cauqueva.com.ar; javierrodriguezv@gmail.com Tel: 54-388 499 7185).
• En la Amazonía peruana los pobladores de la Reserva Nacional Pacaya-Samiria
asumieron como comunidad la vigilancia de esta amplia región. Ellos aplican un modelo
de desarrollo sostenible que protege a las especies en vías de extinción a la vez que se
benefician económicamente de ellas. Acciones concretas: repoblamiento de palmeras
amazónicas (tagua, aguaje y palmitos), de las cuales se benefician sin talarlas; las tortugas
tarijayas se reproducen en los nidos protegidos que la comunidad construye y cuida. Una
vez cumplida la cuota de conservación, venden los huevos. El paiche, pez local, se pesca
cuando alcanza su edad adulto y se ha reproducido. (Contacto: Javier Noriega Murrieta,
Fundación Peruana para la Conservación de la Naturaleza-ProNaturaleza, Correo
electrónico: pronaturaleza@pronaturaleza.org, Tel: (51-65) 23-50-53.
• En el Estado de Pernambuco, Brasil, una cooperativa de productores familiares
orgánicos de siete ciudades de la zona de Mata comercializa más de un centenar de
productos certificados. Apoyada por instituciones públicas, privadas y ONGs, la
cooperativa capacita a los productores y sus familias, centrándose en los jóvenes; aporta
asistencia técnica, fomenta la organización participativa y asesora en la producción y
comercialización final. (Contacto: Oto Barreto Silva, Ecoorgânica-Cooperativa dos
Produtores Familiares Orgânicos, sitio web http://www.hortaevida.com.br) Tel: 81 3537
1839 / 81-9961 8026).
A
mplia información sobre este concurso en español, inglés, francés y portugués, así como material
multimedia en la página web http://www.cepal.org/dds/innovacionsocial.Correo electrónico
innovacion.social@cepal.org.

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